18 enero, 2016
En los próximos meses la firma cerrará 154 tiendas...
NUEVA YORK (CNNMoney) — Las monedas están colapsando en todo el mundo.
El real brasileño ha perdido 28% frente al dólar solamente este año. La lira turca, 20%; el peso colombiano, 23%; y la rupia indonesia ha caído 11%.
A primera vista, se trata de movimientos alarmantes. Sin embargo, un menor valor de la moneda es algo que algunos países realmente quieren.
China, por ejemplo, devaluó el yuan en 2% el mes pasado, su movimiento más grande en dos décadas. Los expertos creen que la principal motivación era hacer más atractivas las exportaciones del país para los compradores internacionales.
Ciertamente, una moneda débil ayuda a impulsar las exportaciones, que en última instancia pueden levantar la economía.
“No me sorprendería si en dos años estamos diciendo que este debilitamiento de la moneda allanó el camino para un mejor desempeño económico”, dice Neil Shearing, economista en jefe de mercados emergentes de Capital Economics.
Sin embargo, en el corto plazo una moneda devaluada también es un reflejo de la debilidad de los países subyacentes.
De hecho, los dramáticos descensos de las divisas mundiales están trayendo de vuelta el fantasma de la crisis financiera asiática de 1997, que fue provocada por la devaluación del baht tailandés. Esa crisis repercutió en todo el mundo, al enviar a los mercados bursátiles internacionales a mínimos históricos y tambaleó la confianza de los inversionistas en la región durante más de una década.
¿Qué hay detrás de las recientes caídas de divisas?
La última ola de declives monetarios está directamente relacionada con las dramáticas caídas en los precios de las materias primas, a diferencia de la crisis del baht tailandés, que se generó por una enorme burbuja inmobiliaria alimentada por deuda.
Muchos países como Brasil son excesivamente dependientes de la exportación de materias primas como el hierro, el cobre, la soya y el aceite. Y casi todos estos productos básicos han caído a mínimos de seis años este 2015, derivados de una caída en la demanda a nivel mundial, en particular del gigante asiático.
La desaceleración de China ha puesto freno a la demanda previamente insaciable por recursos naturales. Las monedas cayeron en valor, junto con la caída de los precios de las materias primas.
A esto se añade la potencial alza de tasas de la Fed; por ello, los inversores globales se muestran renuentes a dejar los dólares a favor de monedas con mayor riesgo, lo cual está exacerbando su declive.
Moneda débil = más exportaciones
Si lo manejan con cuidado, estos países de moneda débil podrían tener la última palabra; y las ganancias.
Una moneda débil eventualmente puede provocar un mayor crecimiento económico de estas dos formas:
1. Una moneda débil hace que las exportaciones sean más baratas —y más atractivas— para los compradores extranjeros.
2. Hace que las importaciones sean más caras y menos atractivas para los ciudadanos, que entonces son más propensos a comprar productos locales.
Esas dos acciones aumentan el comercio, la demanda local de combustible y ayudan al crecimiento económico.
“Ellos deben ver los beneficios en su comercio global”, dice Andrew Karolyi, profesor de Cornell y experto en mercados emergentes.
Brasil, por ejemplo, recientemente entró en recesión. Su moneda, el real, se derrumbó 27% este año. Pero en el segundo trimestre, las exportaciones de Brasil subieron 7%, según Capital Economics.
Eso no compensará todos los factores negativos, pero es un “rayo de esperanza” para el futuro económico de Brasil, dice Shearing.
Cuidado con una guerra comercial
Un experto de Wall Street, Mohamed A. El-Erian, el principal asesor económico en Allianz, describió la reciente devaluación de la moneda china como un intento de “robar” el crecimiento económico de otros países.
Sin duda, es preocupante para los países con los que China compite por exportaciones. Vietnam ya ha devaluado su moneda, el dong, por tercera vez este año después de la decisión de China.
Ambas decisiones de devaluar la moneda plantean la posibilidad de una “guerra de divisas” en la que los gobiernos de todo el mundo repetitivamente devaluarán sus monedas en un esfuerzo por obtener una ventaja comercial competitiva y eso conducirá a una peligrosa espiral.
No poder costear bienes globales
Lo que debemos observar es si estas monedas caen mucho más.
Ahí es cuando eso comienza a afectar a los ciudadanos comunes, especialmente en los países que dependen de las importaciones de bienes de uso diario. Los precios de todo aquello valuado en dólares suben.
Venezuela es un buen ejemplo de cuán mal puede ponerse.
Un dólar estadounidense equivalía a 82 bolívares hace un año y ahora vale 698 bolívares, según dolartoday.com, un sitio web que hace un seguimiento de la tasa oficial.
La economía de Venezuela está hecha un caos y los bienes básicos como servilletas son difíciles de conseguir. A principios de este año, las autoridades de Trinidad y Tobago supuestamente ofrecieron enviar pañuelos de papel a Venezuela a cambio de petróleo.
El azúcar, la leche y la harina no son fáciles de comprar tampoco. Eso es un problema cuando el 70% de los bienes de consumo son importados, según la Brookings Institution.
Las monedas en declive también dificultan a países y empresas devolver la deuda denominada en dólares estadounidenses. A medida que la moneda pierde su valor, la deuda denominada en dólares se vuelve más cara y difícil de pagar.
La deuda cara consume las ganancias y el crecimiento económico.
En el pasado, economías emergentes como Brasil y Tailandia sufrieron una situación similar cuando gran parte de su deuda pública o corporativa estaba en dólares. Eso es un problema menor ahora, porque no tienen esa cantidad de deuda.
Con tantos vientos en contra, a muchos de estos países podría tomarles años superar este bache. Pero cuando se muevan en la dirección correcta, los expertos dicen que las exportaciones relacionadas con la moneda débil podrán ser la raíz de ese mejoramiento.